24/7/15

El Meón 1/8- Hermanos 2

Con mi hermano Daniel nos unía más que nada la mayoría de los juegos infantiles y una tierna rivalidad por los abrazos y los consentimientos de mamá Martina, por una circunstancia diríamos biológica de la madre que nos parió terminó siendo “madre de  leche” de mi hermano menor ya que ella tenía una hija de su edad a la que amamantaba que acabó siendo como una hermana ya que compartía su crianza con nosotros. Nunca hubo un lugar mejor para esconderme de las hostilidades del mundo que entre las tetas de mamá Martina, el olor del sudor de su piel o los aromas de las comidas que ella hacía que me hacían sentir protegido, tal vez subconscientemente sea un lugar que la memoria olfativa siempre busca desde aquellos tiempos en aquel lugar distante de la infancia.
Daniel siempre fue un burlista, alguien siempre quería pegarle por algunas de sus bromas, a lo largo de la vida muchas veces tuve que poner la cara ante un cachetazo o una trompada y así me vi obligado a aprender las reglas de la pelea callejera otras veces puse mi integridad física ante algún castigo de mi viejo, era como una máxima que había recibido de mamá Martina “cuidalo al Danielito” siempre recuerdo esa noche en que me lo dijo, estaba muy enferma y mis viejos le habían dado una habitación de la casa para poder cuidarla tarea de un pariente de ella y de mi madre Monona cuando se hacía un tiempo. Yo le leía, a ella le gustaba que le leyera, siempre me auguraba un futuro profesional repitiendo “algún día vas a ser dotor” esa noche le di un beso en la frente y le tomé la mano hasta que se durmió. Pobre mamá Martina, pobre de mí, nunca hubiera sospechado que eso era una despedida, al día siguiente se la llevaron a un lugar que se llama Sebastián Elcano y yo nunca más volví a verla. No preguntaba porque le temía a la respuesta aunque en el fondo la sabía. Desde ese día mi hermano Daniel fue mi prioridad aunque no pude cumplir completamente mi promesa no puedo decir que no lo intenté y el día que se estaba casando quise decir que me oponía pero el cura no preguntó lo que uno acostumbra a ver en las películas o las novelas “…si hay alguien en este recinto que se oponga a esta unión que hable ahora o calle para siempre”  pero el ensotanado no preguntó así que me dije una serie de dichos como para conformarme “a llorar al campito” “decí alpiste…” “a lo hecho pecho”. Ahora el Don Juan vive hechizado por los encantos de su mujer y no lo digo porque sea una bruja ya que por ella tengo cinco encantadores sobrinos.
Poco después de la muerte de mamá Martina yo ya hacía tiempo que no me orinaba en los pantalones pero sabía que el estigma lo llevaría siempre, fui y seré “el meón”, si las cosas eran difíciles, con su ausencia se iban a poner peor. Mi madre anunciaba un nuevo embarazo y algo comenzó a colapsar en mí no sé y nunca supe si fue por esta razón que mi viejo me llevó a un viaje que hizo a La Rioja a la casa de un amigo, el tano Nino, los dos solos, él y yo. Recuerdo ese viaje como un punto de encuentro entre los dos,  instantes que no tienen una connotación extraordinaria pero que en la vida de cualquier hombre puede determinar algo trascendental en su futuro en este caso en mi presente. No sé si fue la primera vez que mi padre me dio la mano para cruzar la calle pero no recuerdo una anterior ni posterior que esa vez que estuvimos en La rioja me llevó a una calesita que yo me resistí a subir hasta donde pude pero que acepté por el entrecejo fruncido que comenzaba a acentuarse cada vez más en su cara a pesar de sentirme desubicado entre los niños de tres o cuatro años que me rodeaban, la mirada de sus padres que presenciaban el ridículo de que mis rodillas casi me dieran en la cara al sentarme en el caballito de aquel carrusel para niños de hasta cinco años teniendo en cuenta que yo alcanzaba los diez, le perdoné esa humillación solo porque sabía poco y nada de un chico de mi edad. Lo cierto es que nuestro viaje se vio interrumpido por un llamado de Córdoba por un posible alumbramiento anticipado de la que sería mi primera hermana en ese regreso sucedió algo que mi padre contaba como una anécdota graciosa el hecho de que me dieron ganas de orinar y era uno de esos micros que no tenían baño así que él me hizo mear en una bolsa, nunca olvidé la cara de la mujer del asiento del otro lado del pasillo como si eso fuera algo inconcebible, cuando llegamos todo había resultado ser una falsa alarma, unos meses después gateaba el más tierno ser, que inocente que fui, lo que había sido un comienzo de unión con mi viejo se rompió totalmente, no había nada más importante para él que esa bola de carne en pañales que andaba en cuatro patas por toda la casa. Pero la verdad que ni yo pude contener la ternura que me causaban sus morisquetas y su risa que llenó aquella casa de varones en rincones rosas con sus aromas particulares a niña, a pesar de mi corazón cautivado sabía que ella fue la causante del fracaso de un posible acercamiento definitivo con mi padre. A medida que crecía aquel ser crecían sus caprichos y berrinches a los que mis padres cedían sin miramientos creando sin saberlo un verdadero monstruo en poco tiempo se instauraba la “gran” dictadura de la pequeña Andre, el mundo giraba en torno de ella y así fue creciendo creyéndolo, la soberbia no es una enfermedad pero se cura. No hace falta nombrar la oscuridad de esos días de mi vida en que la violencia y la injusticia fueron la contestación silenciosa y sorda ante el “yo no hice nada”. Pero todo eso quedó en el pasado, hoy a pesar de sus patologías ha logrado superarse en la vida, se casó con un contador y son padres de un prodigio.
Unos años después llegaría mi otra hermana, es cierto que al principio pensé que la pesadilla se duplicaría pero por suerte fue todo lo contrario, la nombraron como mi abuela paterna, Amalia pero se hizo querer y nombrar con el segundo, Celeste, para mí es “el bicho” como le digo con cariño hasta el día de hoy, el apodo le quedó de aquellos años en los que la naturaleza no se congraciaba con ella pero la belleza que no tenía por fuera la tenía interiormente, sufrió la enorme diferencia que hizo mi padre con respecto a su primera hija actitud que me unió aún más con ella, pero su sensibilidad le ayudó a sostenerse con humildad en la vida. Hoy es madre de dos hermosas niñas y esposa de un gran hombre. Gracias por siempre “bicho” hermana del alma por haberme acompañado y sostenido con tu luz en mis días de oscuridad.

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