24/7/15

El Meón 1/5- Mi Padre El Justiciero

  MI PADRE EL JUSTICIERO

Arnoldo había heredado la tez morena de su padre y con el tiempo formó la dureza de la roca en el entrecejo, era imperturbable como un cerro ante los vientos impotentes de la vida. Es un hombre fuerte que no permitía que se vieran los dolores del pasado en esa coraza que era su cuerpo ni delaten sus sentimientos sus ojos y los gestos, algunas veces pensaba que el deseo de mi padre era construir un imperio pero no solo con el fin económico sino para protegernos de algo estaba más allá de su propio entendimiento, parecía pedirle cuentas a mi abuelo como pensando en voz alta; había sido abandonado por este cuando era un niño buscando una mejor vida llevándose también a su madre se crio en el campo con su abuela con la dureza que eso implica, una mujer mayor que sabía poco de cómo tratar a un niño y en medio de la soledad, el silencio y el trato duro forjó su carácter. A los pocos años y después de la muerte de su abuela mis abuelos lo rescataron para llevárselo a Buenos Aires donde ya se habían establecido económicamente encontrándose con un hermano y una hermana. Mi padre tuvo que aprender las reglas de la convivencia como quien se le enseña a un salvaje, manejaba el cuchillo como si hubiera nacido junto a él, las reglas de la ciudad eran muy distintas a las del monte lo que le ocasionaban algunos problemas no le costó poco adaptarse pero lo hizo ya que la naturaleza le había prodigado una inteligencia más que aceptable, en poco tiempo aquel niño se convirtió en un hombre, tenía afición por las armas así que orientó su vida a esa profesión en la que el plomo y la pólvora son el lenguaje más allá de las ideas y de la perfección de la simetría de los fierros. Después de su retiro se había ganado la reputación de justiciero, podría contar infinidad de anécdotas que me contaban propios y ajenos en torno a él, una que siempre me gustó era que había hecho una apuesta a que le atinaba a un foco del alumbrado de la calle que de manera molesta daba en una de las aberturas de la casa, escuchado así uno podría suponer que no era tan difícil, lo que lo hacía increíble era que el revolver estaba desarmado y él con los ojos vendados volvería armarlo para disparar a la molesta lámpara, con el segundero del reloj y los dedos moviéndose casi a la par de la aguja, después de marcar treinta segundos se escuchaba el estruendo y la luz  dejaba en el acto de alumbrar. Había elegido seguir los dogmas de Alem y a partir ahí fue radical siempre, organizaba y se reunía clandestinamente con un grupo de valientes que sabían lo que se estaban jugando en plena dictadura con la esperanza de la vuelta de la democracia aunque había sido un hombre de las fuerzas armadas creyó siempre que la libertad era la mejor opción para que un pueblo pudiera progresar. Nunca pude olvidar que en un acto multitudinario con el candidato de su partido pudimos hacernos espacio con mucho esfuerzo hasta llegar a la base del palco, tendría unos diez años y era bastante flaco me cargaron en los hombros y pude llegar a tirar de la botamanga del pantalón del que finalmente logró la Presidencia de la Nación. Un tiempo después pude ver por televisión como el susodicho miraba para abajo en ese momento, si hubiera sabido “bigote” que era un pendejo que no tenía la menor idea de lo que hacía, recuerdo a la multitud coreando “…para el pueblo lo que es del pueblo porque el pueblo se lo ganó…”.

Mi padre no es un hombre malo pero algunas veces pensaba cuando me miraba en silencio que quería matarme. Él siempre fue un misterio para mí y alguien digno de admirar. 

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