24/7/15

El Meón 1/4- Mis lecturas, mi abuelo y lo sobrenatural

Tener que transitar las calles de la infancia en la cabeza no es nada fácil pero es mucho más difícil plasmar esos recuerdos al papel, no sé en que momento exacto comenzó esto de escribir pero es una suma de muchas cosas, mi viejo le compraba historietas a mi hermano Fabián, eran revistas que dentro contenían muchas historias que siempre tenían continuación en el ejemplar de la semana siguiente. Dartagnan, El Toni algunos de los nombres que recuerdo e historias como “Mojado”, “Savarese”, “Pepe Sanchez”, “Nipur de Lagash” o “Gilgamesh” mis preferidas, esas historias sumado a mis juegos con soldaditos de plástico (venían en bolsas de 50 unidades) yo tenía ejércitos, como siguiendo un guion les hacía vivir a estos las peripecias de las aventuras de los personajes que leía hasta llegar el momento de hacer mis propios guiones inconscientemente era mi primer contacto con esto de narrar, otro responsable fue mi abuelo paterno un hombre muy cuestionado por mi padre por ciertas circunstancias vividas en su infancia y la que dio como resultado una relación conflictiva entre los dos repitiendo en los años posteriores lo mismo que él cuestionó pero son cosas que no vienen al caso. Mi abuelo fue y será uno de los maestros de mi vida, con mi hermano íbamos los sábados o domingos, nunca he olvidado la manera que tenía de contar con ese decir que tiene la gente de Santiago del Estero lugar del que era oriundo siempre guardo las anécdotas y leyendas que nos sabía contar después de los asados, y como buen Santiagueño que era hacía honor a la costumbre de sus paisanos LA SIESTA, no eran siestas de treinta minutos eran “siestones” de tres horas para cualquier chico de nuestra edad eso era inconcebible lo mismo él nos obligaba que la hiciéramos, apenas escuchábamos sus primeros ronquidos mi hermano Gabriel se fugaba a jugar con los chicos de la cuadra yo me quedaba para que mi abuelo no se enojara y me aburría horrores por ahí él se levantaba y preguntaba por mi hermano pero no esperaba la respuesta, al verme tan embolado me decía “En el cajón de aquella cómoda hay libros…” pero haciéndome una advertencia “…los que están en las puertas de abajo son para grandes” luego de leer “Tom Sawyer”, “La cabaña del tío Tom”, “Robin Hood” empecé con los “prohibidos” allí amontonados y apretados estaban Kafka, Dostoievski, Sartre, Borges. Cuando mi abuelo regresaba del sueño de la siesta tomábamos la merienda y el buscaba la guitarra, tocaba de oído, escuchaba una melodía y la repetía en la viola sin equivocarse una nota, un día hablando de música me dice que había escuchado el comienzo de una canción pero que no recordaba de donde ni quien era el autor, acomodó los dedos en el diapasón y luego rasgueó suavemente; yo no sabía nada de música o de cantantes solo lo que él me había enseñado, me preguntó si me gustaba, le dije que sí que era diferente, él lo que más tocaba era folclore y a mí me gustaba pero esto era distinto a todo lo antes escuchado. Un día en la radio volví a escuchar la melodía y la canción era “satisfacción” de los Rolling Stones, otra de las cosas que tendré que agradecerle por siempre, a partir de ahí como una banda sonora de mi vida escucho rock and roll.    

Mi abuelo hablaba quichua Santiagueño y era fantástico que terminara alguna de sus historias con alguna frase en esa lengua, algunas veces pensaba que él había leído lo que me contaba y lo adaptaba a sus recuerdos, era un hombre robusto, alto, morocho con arrugas marcadas que parecían gritar los soles del monte de Santiago, manos fuertes que nombraban el hacha y el golpe, de quien era, tal vez para los demás solo alguien más para mí él era un Dios. Le debo haberme comprendido en aquellos años en que me era difícil entender que yo no estaba loco que lo que me pasaba era algo normal y que yo lo había heredado entonces me relataba de sus ancestros su tatarabuelo había sido un cacique que vaya a saber porque circunstancias del destino se había unido a una alemana, hacía referencia a sus dones sobrenaturales que él aplicaba en beneficio de su tribu. Me hablaba de un hermano mayor, una especie de gigante bonachón que también poseía dones sobrenaturales y a quien se le atribuía poder entender el lenguaje de la naturaleza y con ese conocimiento sanar a los integrantes de su comunidad. A decir verdad no sé si nada de esto es probable lo cierto es que después que me atropelló un auto algo en mí se despertó y ya nada volvería a ser igual o normal en mi vida.  

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