24/7/15

El Meón 1/3- La Aida

Cuando comencé la primaria me cambiaron de colegio, repetí la misma escena del año anterior pero sin conseguir el mismo resultado, lloré, grité y agregué pataleo para darle más dramatismo pero no hubo caso, el acto de inicio de año continuó se cantó el himno, se dijo el discurso y luego cada curso a su aula. Mi madre se fue y yo me quedé llorando, la maestra fue directa y no tuvo ningún tipo de contemplaciones adentro y listo. Así que me tuve que guardar el llanto ya que la manera con la me habló no dejaba lugar para sobreactuaciones, se presentó como la señorita Aida y desde ese momento comenzaría una guerra psicológica entre los dos. Tal vez el que llevaba todas  las de perder era yo pero así y todo pensaba llevar mi plan a cabo con un solo y fundamental problema, no tenía un plan. Considero que muchas veces los adultos menosprecian las capacidades de los niños, en aquel tiempo era aún mayor, creo que fue en la base de este concepto que en mi razonamiento de mis seis años se manifestó naturalmente una estrategia básica ¿Qué era lo peor que le podía pasar a una maestra? Que ella no tuviera la capacidad de enseñar o el alumno la de aprender ¡Perfecto! Mejor dicho ¡Genial! O como le había escuchado decir a mi madre ¡Touché! Mientras en las sombras pergeñaba mi plan tenía que seguir lidiando con mi problema y las aguas seguían bajando turbias sin posibilidad de contención aunque lo intentaba era más fuerte que yo cuando me daba cuenta ya me había orinado, los pupitres eran dobles y yo me sentaba con Miguel G. un día se sentó por equivocación en mi lugar un momento después que ya me había pasado cuando se levantó tenía el guardapolvo mojado los demás chicos vieron el charquito debajo del banco y no tuvieron reparos, las risas más crueles se descargaron sobre él, lo peor de esto era que él creyó que realmente le había pasado y que yo cobardemente permití que lo hiciera después que la señorita Aida lo reprendiera y lo llevara a la dirección me sentí aún peor. Mientras mi rabia por “la Aida” como la denominaba para mis adentros iba en aumento comencé a ejecutar mi revancha, cuando explicaba miraba para otro lado o simplemente no copiaba nada del pizarrón, la relación maestra-alumno empezaba a ser “tirante”, el resultado del primer examen un cero, no había hecho nada; mandó llamar a mis padres, la que iba siempre era mi madre la aconsejó que me llevara a un sicólogo por mis problemas de concentración aludiendo a un posible retraso mental aunque ella se esforzaba por demostrarle que yo sabía leer y escribir desde hacía tiempo pero todo lo que se pudiera decir lo desbarataba mi comportamiento y el resultado de todas las actividades dentro del aula agregado a mi problema de mojar los pantalones eso fue lo que me hizo tomar conciencia de mi derrota, ella lo sabía y había esperado el momento para darme el tiro de gracia  “touché” perdí. Vino un tiempo de sicólogos, de preguntas, de dibujos, de horas y horas de conversar con desconocidos que parecían tener la solución a mi mal y eso que había sido antes de que empezara a ver “aparecidos” eso vino un poco después.  Diagnósticos de todos los tenores y colores, posibles acciones cambiar la manera de dirigirse hacia mí en lo emocional de parte de mis padres ayudarían a atenuar mi patología. Nunca supe a ciencia cierta qué clase de “verdura” le vendían estos profesionales pero lo único que sé es que no me ayudaron en nada o tal vez si y yo todavía no lo sé. Ese año escolar lo perdí y repetí el grado cuando volví al aula vi con espanto casi escuchando la banda sonora de sicosis que la maestra que me había tocado en suerte era “LA AIDA”.

 Aunque me costó decidí darle una oportunidad y la relación entre los dos mejoró, mis notas mejoraron y ella se sorprendía por el cambio y asumía como propios mis avances todo iba sobre rieles hasta que un día anunciaron la llegada de una Inspectora Provincial a la escuela, cuando la funcionaria entró en el aula “la Aida” que se había mostrado muy nerviosa se apresuró para recibirla tropezó con el pie de uno de sus alumnos, trastabilló, recuerdo casi como en cámara lenta esa caída, fue girando en el aire su grueso cuerpo como queriendo aferrarse a lago que por supuesto no había, el gesto de su cara resignada cuando vio el suelo a dos centímetros de sus ojos y desde esa perspectiva la de la inspectora que preocupada trataba de ayudarla a levantarse. Yo me sentaba en el primer banco y no pude aguantarme la tentación mientras se levantaba creo que me miró pero mi mirada estaba en otra parte y mi pie había vuelto a su lugar. Siempre la recuerdo con cariño, me festejó mi cumpleaños número siete, hay una foto en la que aparezco soplando las velitas junto a ella después la muy desgraciada me tiró las orejas bastante fuerte por cierto.

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