24/7/15

El Meon 1/1- ¿Por que el meón?

                          Pablo Fogos







       El meón
      Una biografía pasada por agua

                                                                                                                                        

                                               ¿Por qué EL MEÓN?

Al comenzar a escribir esto dudé si hacerlo en primera o tercera persona, esta última opción me haría más fácil hablar sobre mí, desembarazándome de si tal o cual parte verdaderamente ocurrió o que algunos hechos no sean dichos por Vergüenza o simplemente para no renovar un viejo dolor que creí ya olvidado; ¿De por qué el título? Sencillamente porque me orinaba en la cama, las causas pudieron ser muchas, lo emocional dirían los psicólogos, vejiga floja según los médicos, por pelotudo que no me daba cuenta cuando me venían las ganas diría mi padre, yo para él era el meón, le pareció pedagógico regalarme un metafórico talonario de rifas que tenía como primer premio “una cagada mundial si me volvía a mear en la cama” pero no funcionó por suerte en ese tiempo estaba Martina que trabajaba en casa en los quehaceres domésticos y cuidándonos a mis hermanos y a mí cuando mis padres se iban a trabajar, ella se encargaba de despertarme bien temprano, daba vuelta el colchón y cambiaba las sábanas antes que mi viejo hiciera la respectiva requisa de la mañana, ella siempre estuvo en aquellos años de mi infancia para salvarme de una inevitable paliza. Mis viejos trabajaban todo el día en un mini mercado de su propiedad, ella en poco tiempo se transformó en mamá Martina como la recuerdo siempre hasta el día de hoy, soy el tercero de seis hermanos aunque viví la mayor parte del tiempo con dos de ellos Gabriel y Daniel el mayor Fabián era una especie de padrecito no porque se parecía a un cura sino porque casi siempre cubría el rol de nuestro padre que por sus actividades no podía hacerlo, las mujeres vinieron después Andrea y Celeste. Fabián me llevaba nueve años, le seguía Gabriel este era mayor que yo tres años, dos años después de mí vino Daniel. Nací en el “73” un viernes santo así que no tuvieron mejor idea que ponerme el nombre de nuestro salvador, como les pareció poco y que para que mis abuelos paterno y materno no sintieran que no fueron tenidos en cuenta me secundaron con sus nombres, así uno crece con un nombre que no eligió y en la ignorancia de que esto no podía tener ninguna consecuencia en el futuro. Años más tarde tuve la oportunidad de atenuar esto porque a alguien se le ocurrió llamarme escritor desde ese día soy Pablo. A la edad de cuatro años aprendí a leer impulsado un poco por mi madre que había sido maestra de muy joven dejando esta profesión que amaba en pos de seguir a mi padre en su rol de inminente empresario luego de ser retirado de las fuerzas de seguridad por un accidente que hasta el día de hoy para mí es un misterio, solo sabía que había sido operado en la cabeza “a tu papá le han colocado una chapa de platino en la frente y otra en la nuca” había escuchado decir una vez a mi madre. Cuando veía “el hombre nuclear” (serie que daban en la tele por la tarde) me imaginaba orgulloso a mi viejo en un partido de fútbol haciendo un gol de cabeza de media cancha, ese orgullo no tardó en convertirse en todo lo contrario porque lo que traía aparejado esta cirugía era que en las noches de tormentas el dolor era insoportable cambiando su conducta, de más estaría entrar en detalles y no creo contribuya en nada a este relato.

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