24/7/15

El Meón 1/7- Hermanos 1

  

Se asomaban los ochenta y mi hermano Fabián estaba en plena adolescencia, la música sonaba por toda la casa cuando él estaba, Creedence Clearwater revival, Olivia Newton John, la Electric Light Orchestra, Kiss, sonidos tan disímiles como uniformes en lo que era la moda de esa época “La música disco” series como “Fama” o película como la de “Fiebre del sábado por la noche” después vendría “Flashdance” había inspirado a mi hermano de tal manera que lo veía bailando en cualquier actividad que estaba haciendo, bailaba todo el tiempo, él ayudaba a despostar las medias res en la carnicería de mi padre había aprendido de pequeño el oficio, con la salvedad que lo hacía bailando, tiraba el cuchillo y la chaira hacía arriba y estos parecían quedar suspendidos en el aire un instante mientras  él giraba y saltaba al mejor estilo de Leroy Johnson personaje de la serie fama sin equivocarse en la exactitud de los movimientos siguiendo la música que salía de un pequeño grabador Hitachi, cuando se terminaba la cinta daba vuelta el casete y vuelta a empezar, eran mágicos esos momentos y siempre los guardo en mi memoria como un tesoro preciado, me había convertido en su primer admirador después vendrían otros ya que los sábados en distintos clubes se organizaban competencias de baile en donde por supuesto el brilló convirtiéndose en poco tiempo en una verdadera estrella, su popularidad creció de tal manera que era llamativa la cantidad de chicos que querían aprender sus pasos, se sumaron más amigos a su barra de siempre y claro comenzaron a aparecer las chicas. Mi padre le daba libertad siempre y cuando no se olvidara de sus obligaciones, un día le dijo que quería ir a la escuela de Bellas Artes a aprender danza clásica y teatro, mi viejo lo miró un instante en silencio para decirle “En ese lugar está lleno de maricones, dejá de pensar boludeces que hay mucho trabajo…” sin su apoyo unos meses después se estaba inscribiendo para que en un corto tiempo mi madre que si lo apoyo en secreto y mis hermanos lo viéramos en una obra en el teatro del Libertador General San Martin, era una pequeña obra y tenía un papel secundario hacía del único hijo varón de siete hermanos el dialogo era insignificante pero qué importancia podía tener esto si el tipo estaba en el teatro más importante de Córdoba, aplaudía yo de pie, hoy puedo decir que aplaudía su valentía más que a su talento. Siempre está suelto como disgregado del resto de los recuerdos que va disolviendo el tiempo por qué son inútiles a la construcción de un hecho definido, una palabra o una mirada que acompañada de su sonrisa estaba la presencia extraordinaria de mi hermano Fabián quisiera decir que él triunfó en lo que fue su sueño mayor pero no, formó una gran familia que más allá de los desencuentros y los infortunios que la verdad de la vida le enrostró logró desandar el delgado camino de los que luchan y ponen el cuerpo por todos y así como un día un tal Ernesto comenzó a ser el “che” un día Fabián comenzó a ser “Pichón”, tropezando y encontrando porciones de verdad que se alejan de la comprensión del común. Para mí él es el jinete de los sueños, es probable que el potro de la vida lo sacuda y hasta lo tire pero jamás desistirá hasta domarlo, en mis recuerdos me permito seguirlo viendo bailando entre las luces intermitentes y las estridentes notas de los Bee Gees       
 “…What you doin’ on your back aah
You should be dancing, yeah Dancing yeah…”


Yo no quería a Gabriel solo porque era mi hermano sino porque admiraba la capacidad que tenía de desprenderse de la estupidez que nos imponía la corta edad y la inexperiencia, cómplice perfecto para destruir el aburrido plan de la rutina, de las trivialidades de un niño cualquiera, un embustero que simulaba leer las noticias a ancianos allegados a la familia a cambio de alguna recompensa quedaban agradecidos pero consternados casi al borde del infarto luego de haber escuchado las catástrofes, las crueldades y las atrocidades del mundo que sin pestañar salían de su boca, un gran exponente del amarillismo periodístico y precursor del relato mentiroso de algunos políticos. Con mi hermano nos unían todas las aventuras, aunque han pasado muchos años nunca pude llegar a entender que era lo que pasaba por la cabeza de ese chico al que todos llamaban “el ciruja” que acompañado de un enorme perro se llegaba hasta la escuela solo para esperarnos a la salida a mi hermano Gabriel y a mí, siempre recuerdo ese instante antes de correr su mirada algo siniestra y la sonrisa perversa dibujando una extraña satisfacción en la comisura de los labios pero eran milésimas de segundos antes del “Cache Nerón…Cache” el resto de los chicos de la escuela esperaban todos los días el espectáculo, apenas salíamos veíamos aparecer en la esquina las figuras inigualables de “el ciruja” y Nerón perro feo si los había que parecía haber sido criado con carne humana por el tamaño nunca vi una bestia parecida le cruzaba una cicatriz enorme sobre el hocico que llegaba unos centímetros debajo de dos ojos que parecían inyectarse en sangre cuando nos veía, siempre era lo mismo ellos parecían surgir de la nada y nosotros como posibles presas que no le quedaba otra opción que correr, él parecía darnos una especie de ventaja en un pequeño momento dentro del tiempo de los mortales para mí era interminable y entre la tierra suspendida en el aire y los chicos de la escuela expectantes en mi cabeza surgía de ese silencio ficticio la música de un western espagueti cuando comenzábamos a correr se quebraba lo detenido con el griterío de los que arengaban a favor nuestro y los malditos en contra. Nerón nunca nos alcanzó y por el contrario nos favoreció mi hermano terminó jugando en un club de futbol (Alianza) siendo un win muy veloz y yo algunos años después llegué a representar a mi colegio en la secundaria en la carrera de cien metros aunque esa vez perdí porque se me caían los pantalones pero esa ya es otra historia. “El ciruja” años después resistió a los tiros a la policía que lo había rodeado, me enteré que logro sobrevivir y yo me alegré por eso. Pero lo que más recordamos con mi hermano de aquellos tiempos era esa acción universal que es escaparse de la escuela y que todo aquel que fue niño lo hizo acá en esta parte del mundo le llamamos “chupina” o en todo caso “hacerse la rata” lo cierto es que nosotros hicimos una que casi nos cuesta lo que en el presente nos hace padres, en aquel tiempo no tomábamos conciencia de la realidad que hablaba de desaparecidos y muertos, de comunicados y dictadura, el gringo Valencia, el negro Suarez, el loco Monsalvo, mi hermano y yo nos subíamos a un colectivo y terminábamos en alguna parte de la ciudad pero una vez se nos hizo difícil volver y la noche nos sorprendió, mis viejos pensaron lo peor sabían que su militancia política era arriesgada y los que tenían el poder solían golpear a los audaces a donde más le dolía para ellos éramos siempre posibles víctimas de la impunidad reinante, mi viejo tocó unos contactos en la fuerza para que toda la policía de la ciudad nos buscara por cielo y tierra mientras nosotros habíamos conseguido haciendo dedo que una camioneta nos acercara a una ruta próxima a nuestro hogar, de a uno se iban descolgando los camaradas en diferentes tramos para llegar a sus respectivas casas los últimos fuimos nosotros a medida que nos acercábamos luces de patrulleros parecían recibirnos en medio de la oscuridad ya que se había producido un apagón, los reflectores no tardaron en dar en nuestras caras espontáneamente levantamos las manos, se escuchó alguna risa el que no se reía era mi hermano mayor Fabián que con un patadón en el culo nos metió para adentro para decirnos todo lo irreproducible que puede decir en una vida cualquier hijo del señor, pero no tardó en abrazarnos con lágrimas en los ojos y mejor no cuento el castigo que nos dio mi viejo. Mi hermano Gabriel sufrió un shock sicológico a consecuencia de haber visto la herida en la garganta que producto de una pelea callejera había recibido un tío que vivía en casa; un insípido cantante de tangos tío de mi madre y hermano de mi abuelo el guardia cárcel, vivía en una pieza en el fondo de casa, era alcohólico y había sido abandonado por su círculo más próximo; hijas, yernos y nietos. Mis viejos le dieron cobijo y contención acompañándolo en su enfermedad, nosotros lo queríamos mucho tenía una galería de chistes tontos y frases o modismos que lo hacían un verdadero personaje tales como “Borracho treinta y tres veces” “Nunca esa mano” “yo cuando era chico era una preciosa “cratura”” estas según en el contexto  de lo que se estaba hablando eran acotaciones desopilantes nosotros nos moríamos de la risa. Ese día golpearon la puerta y mi hermano Gabriel atendió era mi tío que trataba de cubrirse con una mano la herida en la garganta, mi  hermano de la impresión perdió el habla, si es bueno saberlo mi tío no murió ya que mis viejos no perdieron tiempo para llevarlo a un hospital. Ese acontecimiento me decía de manera insoslayable de como el destino a veces se ensaña con aquellos que se atreven a engarzar palabras sin tomar plena conciencia de lo que hacen, la consecuencia de una alquimia metafísica fallida como un mensaje oscuro y a la vez irónico, dos personas que quería no podían emitir palabras. Mi hermano fue tratado por un psicólogo que en algún momento me había atendido a mí pero considero que el mejor tratamiento fue el de leerle todo el tiempo como una manera de terminar con la maldición, desafiando al silencio y llenarlo de palabras, las bonitas que se parecían a la luz, a los cielos estrellados de Neruda, los juegos bellísimos de Cortázar, las maravillas trágicas de García Lorca o el amor hecho sonido de Benedetti pero todo esto que hacía parecía estéril ante inmutabilidad de mi hermano que seguía mudo como un zapato hasta que un día se produjo el milagro y mi hermano Gabriel volvió a hablar su primera palabra fue “PUTO”.

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